La Cena de Verano en el Chiringuito Tropical confirma el gran momento de Gonzalo Calzadilla, en un homenaje a Lanzarote repleto de técnica y emoción
Si uno trabaja como vive, concluyamos de entrada que el chef Gonzalo Calzadilla, actualmente en las cocinas de La Bodega de Santiago (Yaiza, Lanzarote) es un tipo feliz. A partir de ahí se entiende el recorrido culinario ofrecido en las Cenas de una Noche de Verano del Chiringuito Tropical (Playa Blanca, Lanzarote) en el que combinó frescura, técnica y emoción, confirmando el excelente momento creativo por el que atraviesa.
El cocinero, uno de los grandes embajadores del producto local y primer galardonado con un Sol Repsol en Lanzarote, mostró un perfil jubiloso y sereno, disfrutando de cada pase y transmitiendo a los comensales -entre ellos destacados restauradores de la isla- su pasión por los fogones. El trabajo de Calzadilla se sostiene en la precisión de la cocina francesa y en el amor por la despensa de la isla, una fusión que le ha dado un sello propio y reconocible.
Un menú con mar, tierra y memoria
La velada arrancó con un delicado Salpicón de vieja, seguido por un original Caldo verde de cilantro. La Ensalada marina de nuestras costas desplegó texturas yodadas y vegetales, un guiño al mar que rodea la isla.
Uno de los platos más sorprendentes fue la Cebolla y anguila, en el que lo dulce y lo ahumado dialogaron con gran armonía. Después, unas rotundas Alubias con morena rindieron homenaje a la cocina de cuchara con un toque creativo.
El pensado Arroz naranja aportó color y energía antes de llegar a una de las piezas más comentadas de la noche: el Pain au lapin en salmorejo, una especie de napolitana rellena que conjugó tradición canaria con técnicas de pastelería francesa. No les extrañe demasiado una futura Relinda de conejo en salmorejo. Pedro Nel (Etéreo, Santa Cruz de Tenerife) presente en la cena junto a su esposa, tomó buena nota del invento.
La última parte del menú llegó con el Royal de cochinillo de finca de Uga y un guiso de carne conejera, platos donde la potencia cárnica se equilibró con elegancia.
El cierre dulce vino de la mano de una combinación fresca y evocadora: sandía, gofio y algo de queso, sabores muy nuestros, guiño al libro Cocina tradicional de Lanzarote, de Fefo Nieves -también presente en la cena- llevados al terreno de la alta cocina.
Entre fogones, arte y disfrute
Más allá de la excelencia gastronómica, Calzadilla quiso, además, rendir tributo a uno de los grandes referentes culturales de la isla: César Manrique. Las “pinturas” con la que se remató la velada, invitaban al comensal a diseñar su propio postre. Se subrayó así el respeto y admiración que el chef profesa por quien marcó la identidad estética de Lanzarote. La casualidad quiso que una de sus sobrinas estuviera en una de las mesa del Chiringuito Tropical.
La penúltima Cena de una Noche de Verano -o antepenúltima porque Germán Blanco hará doblete en la clausura- fue mucho más que una sucesión de platos. Se nos apareció un retrato del presente de Gonzalo Calzadilla: un cocinero con raíces firmes, enamorado de su entorno y con la madurez suficiente para jugar, arriesgar y emocionar.
Una experiencia brillante, no solo por el nivel técnico de los platos, sino por la actitud del chef, que se mostró cercano, risueño y, sobre todo, disfrutón. Una propuesta que refuerza el papel de Lanzarote en el mapa gastronómico nacional y reafirma a Calzadilla como una de las voces más sólidas y frescas de la cocina isleña.