El Chiringuito Tropical abre sus Cenas de una Noche de Verano a un miembro de la familia
Han pasado algunos años desde que Maikel López abandonó su Cuba natal y formó familia en Lanzarote. Como tantos otros dejó atrás la vida que había conocido, su formación -maestro- y acabó en el (necesario y respetable) escalafón inferior de un negocio de restauración: friegaplatos. El lugar, el Chiringuito Tropical de Playa Blanca.
Han pasado algunos años, pero tampoco tantos porque Maikel es un hombre joven. Este viernes, 23 de agosto, la familia que formó y que contribuyó a sacar adelante con su sueldo de freganchín, se sentaba en una mesa preferente en las Cenas de una Noche de Verano. El chef protagonista, Maikel López. El hijo- marido-padre que salió de Cuba y que ahora no friega platos: los embellece con el arte que llamamos gastronomía.
Asistiendo a la cena, antepenúltima de la serie (cierran Joan Faraco y, como es habitual Germán Blanco), no es difícil imaginar a Maikel echado un ojo y saciando su curiosidad a lo largo de las cinco ediciones anteriores de las Cenas de una Noche de Verano, por las que han pasado cocineros de contrastado éxito profesional. Y ofreciéndose a echar una mano a su jefe, Luis Benito, que saca pecho, y con razón, al ver cómo su gente alza el vuelo. A fin de cuentas, él mismo tuvo también que picar mucha piedra para llegar a donde está hoy.
Maikel López es la segunda vez que se atreve con un menú gastronómico en el evento de referencia de las noches de verano de Lanzarote. En esta ocasión, a diferencia del anterior donde estuvo acompañado en el proceso, él ha diseñado de pe a pa toda la experiencia del comensal. Así que todo suyo es el mérito de lo mucho bueno y los apuntes de cosillas a corregir que, como es natural, haberlas haylas en el inicio de cualquier carrera.
El chef tira de memoria de vida para salpicar de toques criollos a la cocina de producto de proximidad, una de las señas de identidad de las Cenas de una Noche de Verano -y del propio Chiringuito Tropical-. Por los ojos y los paladares de los comensales desfilaron las propuestas que ilustran esta crónica y que, en no pocas ocasiones, sorprendieron gratamente por el juego de sabores y texturas.
La cena ofreció la ocasión de ser maridada con Akaet, referencia de Titerok-Akaet, una de las bodegas más interesantes de cuantas se han sumado en la última década a la DO Lanzarote. Sus vinos fueron presentados por Juan Daniel Ramírez, ingeniero agrícola especialista en viticultura y máster en enología y su pareja, la bióloga y enóloga Marta Labanda.
Y, como marcan los clásicos, el puro -cubano, por supuesto- coronó la cena. Solo que esta vez el chocolate sustituyó a la hoja de tabaco. La persistencia de Maikel le llevará, seguro, a saborear las mieles del sacrificado oficio de cocinero que el, como la inmensa mayoría, luce con orgullo.