comerenlanzarote Rubén Cuesta, a la izquierda, y Koldo EgurenRubén Cuesta, a la izquierda, y Koldo Eguren

Koldo Eguren y Rubén Cuesta presentan la filosofía y una muestra de la cocina que los ha llevado a la Guía Roja

Expectación máxima en el espacio 360° Hub de Madrid Fusión para conocer los secretos del éxito que ha llevado a Kamezí a erigirse como el restaurante que ha obtenido la primera Estrella Michelin de la historia gastronómica de Lanzarote. Una cita incluida en el programa de Saborea Lanzarote en la feria gastronómica de referencia. En representación de la gerencia, Koldo Eguren, hijo, y el artífice en los fogones, Rubén Cuesta, presentaron al auditorio cómo nació la propuesta, que no fue distinta a como nacen las verdaderas historias de amor. En este caso, doble historia. Y ambas protagonizadas por Koldo Eguren, padre.

El primer flechazo surge cuando el arquitecto vasco, con mirada larga y creativa sobre la mayoría de las cosas, se enamora de Lanzarote. Se refugia, se mimetiza, diríamos, en Caleta Caballo y lanza su proyecto empresarial en el sur de la isla. Por resumir, con el tiempo nacen las Villas Kamezí. Y también con el tiempo, arranca su cocina. El joven Abel del Rosario fue uno de los primeros inquilinos de sus cocinas. Pero Del Rosario voló a Tenerife. Y eso provocó que Koldo Eguren, padre, abriera el corazón de la nómina vacante.

Y llegó el segundo flechazo. Esta vez fue en Bevir, Gran Canaria, restaurante en el que el arquitecto probó uno de los mejores pil-pil que había catado en su vida. Lo cual, siendo vasco, ya es mucho decir. Eguren quiso conocer al cocinero. Resultó ser un manchego, un tanto anti divo, llamado Rubén Cuesta que, de primeras, le dio largas: «dile que ya me he ido», espetó al personal de sala que reclamó su presencia. Pero no contó el joven chef con que tenía que salir, sí o sí, y cruzar al comedor para recoger su patineta eléctrica. Y ahí lo cazó Koldo Eguren, padre. Una breve conversación y hasta luego.

Al llegar a casa, Rubén Cuesta, el chef, tenía ya en su móvil la invitación y la reserva para pasar unos días en Lanzarote y conocer Kamezí. Esta historia sucedió hace un par de años. Y hasta hoy.

Un único menú que mira al mar

El relato lo compartió, con naturalidad, el chef Cuesta ante Koldo Eguren, hijo, en un derroche de complicidad que trasciende la relación laboral y los convierte en la comunicación oral que traduce al alma de un lugar.

Una pequeña muestra del único menú degustación de Kamezí constituyó la prueba de que lo que decían era absolutamente cierto. Producto de proximidad, obrador propio, bodega solvente, cariño a la idiosincrasia del lugar «al que queremos devolver lo mucho que nos ha dado», en palabras de Eguren hijo y una mente y unas manos privilegiadas para la cocina del todavía muy joven Rubén Cuesta. Un toledano que, con un pil-pil, cautivó el paladar de un vasco, que ya es decir, en un restaurante de Gran Canaria.

Cosas de la vida.

Tres muestras de la cocina de Kamezí. De izquierda a derecha: Buñuelo de morena, su mítico Calamar, con ese pil-pil que cambió la historia del restaurante y Cabrito embarrado, el único pase cárnico del menú degustación, en el que predominan los pescados.